Los testículos de los Papas antiguos.

Buenas otra vez, no he publicado nada en estos días simplemente por sequía de ideas. Desgraciadamente llevo unos días que no puedo escribir ni mi nombre. Espero que se me pase pronto.

Aviso, entrada bastante curiosa.

De todos modos, hoy he leído una de esas cosas relacionadas con la Iglesia antigua y oscura que me gusta mucho escribir por aquí. Una de esas curiosidades históricas que estoy seguro que no todos conocen. Allá vamos.



Hoy quiero hablaros de una costumbre vaticana bastante curiosa. De hecho, creo que si se siguiera llevando a cabo en la actualidad, sería cuanto menos graciosa.

Para entenderla, hay que tener en cuenta que en el año 855, se eligió a un nuevo Papa. Este señor era hijo de un monje, y no tenía nada especialmente raro en su vida. Lo curioso es que este Papa ocultaba un secreto inconfesable, que sólo Dios y él conocían, y es que era UNA MUJER. 

Denominada en la posteridad como la Papisa Juana, consiguió esconder a toda la Corte Vaticana su verdadero sexo, llegando incluso a ocultar que estaba embarazada. Pero claro, ese secreto no duró para toda la vida, y es que se coge a un mentiroso antes que a un cojo. 

Dos años más tarde, en el 857 (aunque hay problemas con la fecha), durante una procesión, empezó a tener contracciones, hasta el punto de dar a luz en medio de todo el público. Ese día murió, existiendo una versión que explica que murió a causa del parto, mientras que hay otra que defiende que fue lapidada por los allí presentes.

Parto de la Papisa Juana.

Este acontecimiento sirvió como escarmiento a la Iglesia, que tuvo que arreglárselas para asegurarse de que, en adelante, los Papas serían todos varones. Esta especie de prueba del pañuelo se dio hasta mediados del siglo XVI. Y aquí entra lo que más gracia me ha hecho de todo.

Cuando se elegía a un Papa, al terminar el cónclave, se le pedía que se sentara en una silla especial agujereada por el centro del asiento (un retrete de madera convertido a trono). Acto seguido, el diácono más joven allí presente se arrodillaba frente al Papa y, metiendo la mano por debajo de la silla trataba de palpar los testículos del Sumo Pontífice, para cerciorarse de que éste era un hombre.

Silla stercoraria.

Al tocar las partes del Papa, se volvía al expectante elenco de cardenales y demás señores con túnicas, para gritar a todos: "Duos habet et bene pendentes" ("Tiene dos y cuelgan bien"), para recibir al unísono la respuesta: "¡Deo Gratias!" ("¡Gracias a Dios!"). 
La frasecita del diácono me resulta un poco hardcore, pero me parece descojonante (nótese el juego de palabras).


















Pd1.: La Iglesia asegura que tanto la Papisa Juana como la "costumbre testicular" son una leyenda (al igual que ocurre con el CRONOVISOR), pero existe una extensísima iconografía de la época al respecto, además de que los historiadores aseguran su veracidad.

Pd2.: Esta es una de las teorías del origen de la palabra "testificar", pues se dice que ésta proviene de la palabra testículos, pero me parece más digna de mención la historia en sí que su relación con dicha palabra.


Poco más que añadir, espero que os haya resultado curioso,




EduPE.

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